TERCER
DOMINGO DE ADVIENTO - Jesús
es el motivo de nuestra alegría
Este Domingo 13, se celebrá el Tercer Domingo de Adviento. Al respecto, la
iglesia siempre ha llamado a este tercer domingo, el Domingo de la
Alegría o “Gaudete” y se debe a que toda la celebración nos anuncia a
Jesucristo como la causa de nuestra alegría. Ya la misma antífona de entrada
nos lo anuncia, “estad alegres en el Señor; os lo repito estad alegres. El
Señor esta cerca” Isaías anuncia: “se alegrará el páramo y la estepa”. El
adviento nos trae la Buena Nueva de la salvación, nos trae a Jesús. La palabra
de Dios al iniciar la cuaresma habla sobre “el tiempo de gracia, el día de
salvación (2 Co 6,2). Y el adviento nos muestra que es Jesús el verdadero
esperado de los tiempos y que es la promesa cumplida. La salvación se obra para
bien del hombre; “los cojos andan, los ciegos ve, los sordos oyen” es el
cumplimiento de la profecía de Isaías.
Más
no nos podemos quedar en una alegría para gozar internamente sino que nuestra
labor es el anuncio, franco y directo: Dios es nuestra fortaleza. ¡Tened valor!
Nuestra
alegría se debe volver testimonio. No sin razón estas fiestas de navidad, que
ya se acerca, nos invitan a ser personas abiertas y contagiadas de amor
fraterno. Pero no de un amor fraterno muy altruista sino de un amor que
concreta y hace real el amor de Dios. ¿Eres tú?… o, ¿hay que esperar a otro?...
Jesús responde con su obrar. La felicidad que nos trae celebrar nuevamente la
navidad se debe reflejar en obras concretas, reflejo de Cristo, nuestro
salvador, en nuestra vida, en medio de nosotros.
Los
ciegos ven, los cojos andan...Nos están tocando vivir horas graves y profundos
problemas a nivel nacional e internacional y puede ser que nos embargue la
lamentación fácil, la pereza ante una impotencia ficticia. Necesitamos apostar
por una atmósfera de diálogo, de creatividad y una voluntad sincera de profundizar
en los verdaderos problemas que nos rodean a la humanidad. Los creyentes no
podemos inhibirnos y permanecer pasivos, la fe no nos aporta soluciones
técnicas a nuestros problemas pero nos da un amor apasionado por la justicia,
por la paz; nos da libertad de espíritu para buscar honradamente la verdad, nos
da un deseo eficaz de concordia, nos da un anhelo sincero del bien. El
evangelio que nos alimenta en el tercer domingo de adviento, nos ofrece la
buena noticia de la fuerza liberadora de la persona de Jesús; al encontrarse
con Él la realidad humana tan doliente y atropellada es transformada y se
convierte en agente de transformación.
Aunque
la noche pueda parecer muy oscura y el mar muy bravo, aunque las dificultades
parezcan ahogar nuestro anhelo de cambiar hay algo que mantiene viva la
esperanza y alegra nuestro corazón: Es la certeza y la confianza de que en el
horizonte siempre está esa luz que nos marca el camino; que al final Dios nunca
nos defrauda porque la luz que nos orienta es Él mismo, porque su promesa es Él
mismo.
La
causa de nuestra alegría es que al final no nos espera un puerto más, una
promesa más, sino Dios mismo, el cumplimiento definitivo de la promesa.
El
Evangelio es el anuncio de una inmensa alegría. Esta alegría –y también la conversión
a que se invitaba el domingo anterior– ha de ser fermento de un nuevo mundo, de
un nuevo orden que relucirá por la transformación de la sociedad, del sistema,
donde los últimos serán los primeros, los cojos andarán, los ciegos verán... y
a los pobres se les anuncia la Buena Noticia. Buena Noticia para todos, porque
todos somos “pobres”.
Un
misterio de alegría. Se acabaron las caras tristes, las celebraciones “serias”
y rutinarias. La fe es una fiesta. Que se viva. Que se nos note. Que nuestra alegría
no sea “light” o falsificada. La verdadera alegría no se compra en nuestros
mercados, ni se encuentra en nuestras salas de fiesta. Es un dar. Brota de
dentro. Pero eso sólo puede ser si nosotros colaboramos en dicha
transformación, los cambios no se dan por sí solos; los milagros son los que
Dios hace a través de nuestros corazones y nuestras manos.
¿Con qué talante voy por la vida?
¿Cómo es mi navegar? ¿Cuál es la raíz de mi felicidad, de mi alegría?
¿Hasta qué punto soy fermento transformador de la sociedad?
En
el gozo por la espera del Salvador y por ser testigos de su Buena Nueva,
encendamos nuestra tercera vela de la Corona de adviento. Dios los bendiga queridos hermanos.
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